miércoles

Un año más

En Gibraltar, el 4 de junio de 1810. A bordo de la HMS Circe.

Ya me encuentro bastante mejor. Durante la mañana he estado en cubierta, trabajando duro, ya que en cuanto terminemos con las labores de aprovisionamiento pondremos proa a Tolón, para reunirnos con la escuadra del almirante Charles Cotton (que sustituyó al fallecido, y que Dios tenga en su gloria, Lord Collingwood) y continuar así con las labores de bloqueo a la flota del escurridizo Ganteaume.

Ayer estaba en cubierta, disfrutando del silencio de la noche. Como ya estamos en fechas de calor, sobre todo en estas aguas mediterráneas, para evitar el sofoco en mi cabina decidí acomodarme en el alcázar bajo las atenciones de Vincenzo y disfrutar de la lectura a la luz de las estrellas (y un pequeño farol, del todo necesario).
¡Qué delicia! Con un café al alcance de la mano y una tripulación respetuosa y que dormía (en su mayor parte al menos), me metí de lleno en Las Aventuras de Robinson Crusoe, marinero de York, de Daniel Dafoe. Una novela curiosa y divertida.
Comentaba cada ciertas páginas con Vincenzo qué le parecía la forma en la que Crusoe se desenvolvía en la isla y sobre nuestras posibilidades de encontrarnos en una situación similar, cuando oí una voz en la oscuridad.

A grandes zancadas me acerqué hasta el combés, por babor, en donde un infante de marina, más relajado de lo que debía dadas las circunstancias (era noche cerrada), oteaba el manto negro de la noche más con curiosidad que con recelo.
Nada más verme se cuadró bruscamente, y a mí pregunta y tras una breve, muy breve vacilación, me informó de que el teniente Byron se disponía a subir a bordo.

Yo mismo le tendí la mano para ayudarle a subir, y alzó la ceja de modo imperceptible para mostrar su sorpresa, ya que no esperaba, a buen seguro, encontrarme ahí a tales horas.
El que sí se sorprendió fui yo, y mucho, ya que junto a mi primer teniente llegaban un auténtico trozo de abordaje, con los hombres más peligrosos a la hora de asaltar un navío enemigo, marineros sin escrúpulos, que lees la palabra 'motín' en cada ojo pero de plena confianza cuando llueve acero del enemigo.

Lo más extraño de todo, por encima de todas las cosas, es que estaban completamente sobrios, algo de lo más inusual a esas horas de la noche y llegando de tierra.
Sin embargo, algo en mi interior me dijo que era mejor no preguntar, dejar a Jack con la responsabilidad de que lo hubiera pasado e intercambiar una serie de formalidades para volver al alcázar y seguir con la lectura.

Esta me he despertado aún intrigado, aunque pronto se me olvidó cualquier preocupación ya que el bueno de Vincenzo, siempre tan dispuesto a complacerme, me ha servido un desayuno de huevos revueltos y salchichas, mi favorito, observándome con plena satisfacción mientras lo devoraba. Después, tras quitarse su gorro de lana, me ha felicitado por mi cumpleaños y le he estrechado la mano dándole las gracias por seguir a mi lado durante tanto tiempo.
Se ha debido sentir realmente incómodo, ya que desde entonces lleva todo el día gruñendo y protestando, inflexible ante cualquier mota de polvo o mancha en la cubertería de plata.

Por lo demás, no he recibido felicitación de nadie. He estado en cubierta, hasta que me he sentido como un tonto, esperando algún bote que me trajera una misiva de algún amigo o familiar, pero con escaso éxito. Y de nuevo en mi cabina me he limitado a perderme en mis pensamientos y analizando qué punto estamos realmente solos en este mundo.

Ahora he de dejar de escribir. Llaman a la puerta.

1 comentario:

Navegante dijo...

Querido capitán, me he tomado la libertad de dejarle un obsequio en mi bitácora